El impacto de los turnos de trabajo en el sueño y la salud es mucho más significativo de lo que imaginamos. El trabajo por turnos es aquel que no se ciñe a una jornada laboral típica, por ejemplo de nueve de la mañana a seis de la tarde.
Hablamos de horarios que comienzan muy temprano, o semanas de trabajo comprimidas en turnos de 12 horas, así como de trabajos nocturnos.
Cuando un trabajo debe ser cubierto durante las veinticuatro horas, se organiza a los empleados en turnos de 8 ocho horas. Seguramente conozcas a más de una persona o quizás tú mismo sepas de primera mano a qué nos referimos.
En nuestro país casi dos millones de personas trabajan en turnos rotatorios o por la noche.
Trabajar en horas en las que el cuerpo suele dormir se opone a nuestro reloj biológico interno. Es decir, el ciclo circadiano se ve alterado y con él los procesos fisiológicos que tienen lugar durante el mismo. Te contamos cuáles son las consecuencias de vivir al revés.
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Para poder recuperarnos adecuadamente, necesitamos dormir entre 7 y 8 horas, con variaciones individuales. El objetivo es que todas las fases del sueño tengan lugar y den como resultado un sueño reparador.
Esto no es posible en el trabajo a turnos. Se han llevado a cabo numerosos estudios sobre la forma de dormir que tienen las personas que trabajan a turnos.
Y se ha visto que en los turnos alternos hay variaciones en los períodos de sueño, en función de si se hacen turnos rotativos rápidos o lentos.
El sistema de rotación de turnos rápido es aquel en el que se trabaja entre uno a tres días consecutivos. En el de rotación lenta, los turnos van rotando de manera semanal. Es decir, a una semana de trabajo de mañana sigue un turno de noche y, a continuación un turno de tarde.
Los individuos que tienen un rol rápido en sus turnos no sufren cambios en sus ritmos circadianos, ya que el espacio de tiempo es corto. Suelen permanecen sincronizados con los ritmos internos naturales.
Por el contrario, las personas sometidas a un patrón lento tienen un período de ajuste importante durante la primera semana. Y, a partir de la segunda, experimentan una resincronización bastante buena pero, nunca completa.
Lo verdaderamente importante en ambos casos es que el reloj corporal es víctima de cambios constantes. Y estas variaciones resultan especialmente dramáticas cuando se hacen turnos de 12 horas.
En estos casos se “comprime” la semana laboral, dando la posibilidad a los empleados de disfrutar después de mayor tiempo de descanso.
Pues bien, las pruebas psicométricas demuestran sin lugar a dudas, que éste tipo de turno es devastador. Siempre supone una carga que deriva en fatiga y disminuye el rendimiento.
Lo mismo ocurre con las personas que trabajan siempre en turno de noche. La somnolencia es casi una constante y alcanza su máximo nivel al final de la jornada.
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Al verse deteriorada la atención no sólo se produce un impacto en el rendimiento, sino que la somnolencia derivada compromete seriamente la salud y la seguridad de los empleados.
Por ejemplo, los datos indican que hay un nivel muy alto de accidentes de tráfico que tienen su origen en despistes o pequeñas cabezadas al volante por culpa de la somnolencia.
Incluso algunas de las tragedias más importantes que se recuerdan tienen su origen en errores humanos por falta de sueño. Es el caso del accidente de la planta nuclear de Chernobyl, que empezó a las 1.23 horas de la madrugada.
Lo mismo ocurrió en el año 1979 en la instalación nuclear de Three Mile Island, en Estados Unidos, que sufrió un accidente a consecuencia del error de un operario durante el turno de noche.
Trabajar en turnos atípicos tiene importantes impactos socioeconómicos ya que conduce a un mayor riesgo de accidentes, deterioro de los trabajadores y peligro para la seguridad pública, especialmente por la noche.
Por supuesto, también tiene impacto sobre la salud. Un buen ejemplo es el “jet-lag”, que se da cuando viajamos a través de varios husos horarios. Se produce un cambio del ciclo de luz y oscuridad y nuestro reloj interno se trastoca.
El accidente en la planta de pesticidas de la fábrica de Union Carbide, en la región Bhopal, India, en 1983 también tuvo lugar en las primeras horas de la madrugada.
Los trabajos a turnos son algo parecido pero que se prolonga, ya que el ritmo biológico no tiene tiempo de adaptarse a un nuevo ciclo. Principalmente porque los fines de semana volvemos a nuestro horario habitual, o porque los turnos van cambiando cada semana.
Las implicaciones que tiene trabajar así son amplias, y van desde alteraciones en el sueño hasta problemas psicomotores y enfermedades graves.
En muchos casos se da el conocido como “trastorno por maladaptación al trabajo a turnos” (shift work disorder), incluido en la Clasificación Internacional de Trastornos del Sueño.
Hay que tener en cuenta que al someternos a estos turnos se produce una alteración en nuestro funcionamiento biológico, social y psicosocial. Podríamos decir que hay una combinación tóxica entre lo que percibimos, lo que los demás proyectan sobre nosotros y nuestro propio desfase fisiológico.
Cuando trabajamos a turnos el cuerpo comienza a experimentar una serie de síntomas. A corto plazo, podemos tener insomnio, molestias gastrointestinales como náuseas o reflujo, así como malestar general y somnolencia diurna.
Muchos de estos problemas son el resultado de la falta de sueño, otros pueden ser psicológicos. Por ejemplo, dormir cuando sabemos que el resto de nuestro entorno está despierto puede generar un coste emocional, consciente o no.
La síntesis de melatonina sigue un patrón rítmico luz/oscuridad. En el caso de los trabajadores en turnos de noche, su producción se ve alterada y se produce menos.
A largo plazo, este atípico ciclo de sueño/vigilia afecta a otros factores de nuestro estilo de vida como hacer ejercicio con regularidad o comer de forma saludable.
El resultado es que se disparan determinados problemas de salud como la obesidad, diabetes, aumento del riesgo de sufrir enfermedades cardíacas, disminución de la eficacia de nuestro sistema inmune, así como problemas de fertilidad e incluso, la aparición de algunos tipos de cáncer.
Pueden aparecer estados de pérdida de la motivación, irritabilidad, ansiedad e incluso cuadros depresivos.
Existen estudios que vinculan el desarrollo de ciertos tumores mamarios dependientes de hormonas con la disminución de melatonina en el organismo.
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) determinó en 2007 que había una relación entre los turnos y el desarrollo de cáncer.
Otras investigaciones apuntan al debilitamiento del sistema inmunológico que se produce al trabajar en horarios antinaturales para el organismo, como el desencadenante de ciertas patologías.
También se han detectado casos de personas que recurren al consumo de determinadas sustancias, generalmente fármacos, para mantenerse alerta por la noche y dormir durante el día.
Esta situación genera mucho estrés e induce a comportamientos nada saludables como son fumar en exceso, beber demasiado café o incluso abusar del alcohol. Cuando ciertos hábitos tóxicos actúan de manera conjunta se pueden crear situaciones difíciles más allá de la salud.
El trabajo a turnos es un factor de riesgo para generar estrés que puede derivar en problemas de comunicación, familiares o de sociabilidad.
La capacidad del ser humano para adaptarse a los turnos de trabajo empeora mucho con la edad. Y es que, al hacernos mayores nuestro ciclo vigilia/sueño se va acortando un poco.
La cantidad de sueño profundo disminuye y nuestros ciclos de sueño son más exigentes. De este modo, la pérdida de sueño añadida por los turnos de trabajo, resta aún más sueño de calidad.
Por ello, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) recomienda que a partir de los 40 años el trabajo a turnos sea voluntario.
Los síntomas son muy parecidos a los efectos del “jet-lag”. Si trabajas a turnos y notas que tienes alguno de ellos, debes consultar con tu médico:
La Sociedad Española del Sueño (SES), da una serie de recomendaciones para afrontar el trabajo a turnos de manera saludable:
AVISO IMPORTANTE: La información contenida en este blog no sustituye en ningún caso a la dada por un profesional médico. Ante cualquier duda, consulta con tu médico de cabecera o especialista.