-Primera parte-
El Dr. Eduard Estivill es uno de los más reputados especialistas mundiales en Medicina del Sueño. Director de la Clínica del Sueño Estivill desde el año 1989 y creador y presidente de la Fundación Estivill Sueño, lleva buena parte de su vida enseñando a la gente a dormir.
Es médico, pediatra, neurofisiólogo y autor de más de doscientas publicaciones en revistas científicas. Pero ahí no queda la cosa. El Dr. Estivill es autor de más de una docena de libros de divulgación sobre el buen dormir, entre los que destaca el título Duérmete, niño, que ha vendido más de 3 millones de ejemplares y ha sido traducido a más de 22 idiomas.
Hemos tenido el inmenso placer de hablar con él en profundidad y el resultado es casi un tratado sobre ese aspecto tan importante en nuestra vida que es el sueño. A continuación, la primera parte de esta conversación. Pasen y disfruten…
Tiempo estimado de lectura: 8 minutos.
La Medicina del Sueño es una especialidad que no tiene un reconocimiento académico estricto como, por ejemplo, la Pediatría, la Psiquiatría o cualquier otra especialidad porque es muy nueva.
Lo realmente importante es que desde hace más de 50 años, en EE.UU., especialistas de distintas áreas se unieron para empezar a estudiar el sueño y desde allí comenzó la investigación y ese conocimiento se fue expandiendo por todo el mundo.
Es el ejemplo del Director del Centro de Investigación de Trastornos del Sueño del Hospital Henry Ford de Detroit, Tom Roth. Allí me formé yo.
Sí existe un título de la Sociedad Europea de Investigación del Sueño que muchos profesionales en España tenemos. La disciplina de Medicina del Sueño está formada por especialistas que venimos de distintas áreas pero conocemos el tema del sueño en profundidad. Por ejemplo, yo soy pediatra y neurofisiólogo.
La Medicina del Sueño progresa muy rápidamente pero la Medicina nunca progresa por sí misma, sino que los médicos necesitamos de otras especialidades para ese desarrollo.
Por ejemplo, hemos necesitado de los químicos para conocer los tratamientos farmacológicos para muchas enfermedades. Lo mismo ha ocurrido con los físicos, que han inventado diferentes instrumentos como la resonancia magnética, que nos permiten explorar a las personas.
Como suele ocurrir siempre fue en EE. UU donde comenzó la Medicina del Sueño, porque allí es donde tienen más dinero para investigar y desarrollar.
Sin embargo, gracias a Internet y a la difusión que se ha hecho de la Medicina del Sueño, en Europa también ha habido y sigue habiendo grandes especialistas.
En este momento yo diría que todos los especialistas estamos muy unidos y, gracias a Internet, al día. Es decir, no hay ninguna diferencia entre lo que se está haciendo ahora mismo en la Unidad del Sueño de la Universidad de Stanford y lo que estamos haciendo nosotros aquí en nuestra Unidad del Sueño de Barcelona.
Y me refiero a que usamos las mismas técnicas de diagnóstico y la forma de aplicar los distintos tratamientos es exactamente igual en todos los países del mundo desarrollado.
>Esta disciplina es como un gran iceberg del que sólo conocemos la punta. El resto está por debajo y descubrimos cosas nuevas continuamente. La Medicina del Sueño aún es muy joven.
Por ejemplo, cuando empezamos a entender que el sueño de los niños podía ser causa de unos malos hábitos, entonces todos los especialistas en el mundo empezamos a aplicar algunas técnicas que aprendimos de los psicólogos conductistas y de los cronobiólogos –como por ejemplo, Juan Antonio Madrid.
A partir de ahí empezamos a aplicar lo que aprendimos de ellos para explicar a los papás cómo enseñar a dormir a los niños.
Hay muchísima gente que se dedica a estudiar pequeños campos de la Medicina del Sueño y que, en el fondo, nos están ayudando a los especialistas que vemos el día a día de los pacientes.
De hecho, habría dos grandes grupos de profesionales. Los que trabajan más en investigación, en hospitales y no se dedican tanto a atender a pacientes y después, estamos los que vemos pacientes cada día, y que aplicamos todo lo que nos enseñan nuestros colegas y lo trasladamos a la gente.
Sí es cierto, hay varias teorías. Una de conservación de la energía, otra simplemente de subsistencia que básicamente dice que los animales cuando duermen son menos vulnerables.
La función exacta del sueño no se conoce pero sí se sabe que es una función vital. Gracias a algunos experimentos en animales sabemos que no se puede vivir sin dormir. Después de mantener siete días a ratoncitos en actividad continua fallecen. En cambio, pueden aguantar muchos más –hasta tres semanas- sin comer y sin beber. Por tanto, el sueño es una función indispensable para estar vivos.
Lo que se acepta más hoy en día entre los especialistas es que el sueño es un taller de reparación y restauración. Durante el día gastamos todo lo que la corteza cerebral controla: ideas, fuerza, hormonas…
Por la noche actúa el sueño, que tiene una función reparadora. Cuando dormimos cargamos las pilas, que es una expresión que la gente usa pero que es cierta, para estar bien al día siguiente. Y también tiene lugar la función de memorización y consolidación de la memoria.
La idea de taller es importante porque en función de la hora en la que este taller funciona, entendemos las horas que necesitamos de sueño.
Por ejemplo, un niño de tres años, que se mueve mucho y aprende mucho necesita que el taller (el sueño) funcione como mínimo once horas cada noche. Y lo necesita porque el desgaste que sufre este niño y el aprendizaje que realiza durante el día es enorme.
El sueño es por tanto reparador y sintetizador de ideas y de conocimientos, y necesita funcionar durante estas once horas. Un adolescente necesita 9 horas, un adulto necesita entre 7 y 8. La distribución es como en una campana de Gauss, la gran mayoría estamos entre 7 y 8 horas de sueño, sólo hay un 5 por ciento que necesita 6 horas y otro 5 por ciento que necesita más de 9 horas.
Y luego están los adultos mayores, a partir de los 65/70 años, que pueden dormir algo menos. Es decir, con 6 o 6,5 horas tienen bastante pero han de completar sus necesidades de sueño con pequeñas siestas durante el día.
Los cronobiólogos son los biólogos dedicados a los ritmos biológicos y nos enseñaron que dentro del cerebro existe un pequeño grupo de células que conforman nuestro reloj biológico.
¿Qué significa esto? Pues que este reloj lo que hace es controlar algunas actividades de nuestra vida que vamos repitiendo continuamente. Estar dormidos o despiertos es una de ellas.
Esta repetición, que hacemos cada 24 horas, se llama ritmo circadiano. Y se llama así porque es “cerca de un día”, no son exactamente 24 horas. La actividad de dormir y estar despierto tiene lugar cada 24,6 horas.
Los cronobiólogos también nos enseñaron que hay otros ritmos circadianos imprescindibles para vivir adecuadamente. Sobre todo para dormir.
Este reloj está en el núcleo supraquiasmático del hipotálamo y necesita información, como todos los relojes del mundo. Y esa información se la proporcionan otros relojes biológicos, como por ejemplo, el ritmo de nuestra temperatura -nuestro cerebro se enfría para poder dormir y se recalienta para poder estar despierto.
Los ritmos circadianos son la gran innovación que hoy tenemos en la Medicina del Sueño y creo que es el futuro. Muy pronto hablaremos de la cronodisrupción, es decir de la alteración de los relojes que hay en nuestro cuerpo.
Porque hay un reloj central que es el del cerebro pero también tenemos muchos pequeños relojes periféricos. Esto lo explica muy bien mi compañero Juan Antonio Madrid.
El reloj central es el que guía a otros relojes. Es como una gran orquesta en la que hay muchos y buenísimos músicos pero que necesita un buen director para que todos toquen juntos y suenen perfectamente.
Esto es lo que hacen los ritmos circadianos. Por ejemplo, tenemos un reloj que es el que nos indica la hora a la que tenemos hambre. Y está localizado en nuestro sistema digestivo. Y así hay muchos ejemplos.
Estos desajustes tienen consecuencias y los trastornos del sueño son algunas de las primeras que conocimos.
Las personas que tienen que trabajar de noche y tienen que dormir de día no tienen un sueño igual. Y no lo es porque el cerebro necesita información de otros ritmos circadianos, por ejemplo de la melatonina.
El cerebro fabrica melatonina cuando la luz va desapareciendo y durante las primeras horas de la noche, tenemos mucha melatonina que informa o ayuda a este reloj biológico a que duerma adecuadamente.
Si hacemos dormir a una persona que trabaja a turnos a las ocho de la mañana, encontraremos que no tiene melatonina en la sangre. Precisamente porque es en ese momento cuando ha dejado de fabricarla.
Lo mismo sucede con la luz. Es decir, este descontrol en los diferentes ritmos biológicos es el que causa trastornos y, concretamente trastornos del sueño.
Este sería un caso de cronodisrupción porque algunos de estos ritmos circadianos están alterados.
La persona que tiene que dormir de día tiene un sueño más corto, más superficial y más fraccionado. Y esto le pasa factura a lo largo de los años. Sabemos que por cada 15 años de trabajo nocturno se pierden 5 años de esperanza de vida. Esto es realmente grave y estamos constantemente trabajando para estudiar y poder dar consejos que minimicen estos problemas.
Cuando hacemos dormir al cerebro cuando no toca se producen trastornos de diversa índole. Al alterar los ritmos del sueño sufrimos trastornos metabólicos, como el control de nuestro nivel de azúcar en sangre, que se ve alterado.
Lo mismo ocurre con el sistema inmunitario. Hay algunos cánceres que son más frecuentes en los trabajadores nocturnos. También sabemos que los trastornos psicológicos aumentan en las personas que trabajan de noche. Hay un aumento de hasta un diez por ciento en trastornos de ansiedad o de tipo depresivo.
Por lo tanto, hay que intentar minimizar estas consecuencias dando consejos a estos trabajadores, para que el impacto en su salud sea lo menos importante posible.
La forma más normal de despertarnos sería esta, un despertar natural. Esto quiere decir que nos tendríamos que despertar cuando el cerebro haya dormido las horas que necesita.
Cuando estamos de vacaciones a veces ocurre, porque no tenemos una hora fija para despertarnos y el cerebro se despierta espontáneamente cuando ya ha hecho toda su función de reparación y restauración.
Pero esto en el día a día es utópico porque nos tenemos que levantar a unas horas precisas, sobre todo los adultos para ir al trabajo o los niños y adolescentes para ir a la escuela. Por eso tenemos que inventar sistemas para despertarnos, que no son nada agradables porque un ruido no nos despierta de manera agradable.
Hoy en día sabemos que despertar es lo contrario a lo que nos sucede cuando nos dormimos. Cuando nos dormimos nuestro cerebro lo que hace es entrar en sueño de una forma curiosa, como si fueran unos peldaños.
Dormir es como bajar una escalera. El primer peldaño es el sueño superficial, después viene el sueño profundo y después viene el sueño REM, que es muy importante porque es donde consolidamos la memoria y donde se producen los ensueños.
El despertar es justo lo contrario, pasamos de un sueño más profundo o normalmente sueño REM a un sueño más superficial y después, nos despertamos espontáneamente si hemos dormido las horas correctas.
Si estamos durmiendo profundamente y suena el despertador o el grito de una mamá al adolescente que tiene que ir al cole, nos despertaremos desde una fase muy profunda del sueño y probablemente estaremos de mal humor, con pocas ganas de levantarnos…
Hoy en día existen despertadores de luz que van dando poco a poco intensidad suficiente para que el cerebro se despierte. Pero sólo serán buenos para la salud si aplicamos este reloj con luz cuando hayan pasado las horas necesarias para dormir. De nada nos va a servir despertarnos con un despertar de luz si sólo hemos dormido cinco horas.
Como nos han explicado muy bien los cronobiólogos, entre ellos Juan Antonio Madrid y los miembros de la Sociedad Española de Sueño (SES) que trabajan en este tema, el horario de invierno sería el más adecuado por una sola razón. Y es que el cerebro tiene que funcionar correctamente con la luz durante el día y la oscuridad durante la noche.
Y apoyamos totalmente sus recomendaciones. Si nos despertamos a las siete de la mañana y no sale el sol hasta las nueve, estamos de algún modo influenciando al sistema biológico, a este reloj biológico del que hemos hablado.
Por ello el horario de invierno sería el más adecuado. Es el horario que hace que a las siete de la mañana empiece a salir el sol –que es además cuando la mayor parte de las personas se despiertan- y a la seis de la tarde el sol se ponga –que sería la hora a la que la gente tendría que dejar de trabajar.
Pero, por encima de todo hay otra consideración y es que de nada va a servir que justifiquemos la conveniencia de este horario de invierno si no cambiamos el horario laboral.
Hasta que nuestros políticos no tomen realmente la decisión de forzar que los horarios laborales terminen a partir de las siete de la tarde, no lograremos nada.
La excusa que dice que España es un país de sol y que por ello podemos salir hasta las nueve de la noche a tomar una cerveza, no sirve. Es una excusa porque Italia y Portugal también son países de sol en donde cenan a los ocho.
Esto es muy complejo porque evidentemente no sólo son los horarios laborales, también son los horarios de las escuelas. De nada sirve que la mamá acabe a las seis o siete y su hijo tenga que hacer tenis a las nueve de la noche. Es un tema complejo pero nuestra obligación es explicar a la población lo que sería óptimo para la salud.
Esto es por lo que estamos luchando y aunque es una tradición arraigada, la obligación de todos los que nos dedicamos a divulgar el tema del sueño es explicar que el horario de invierno puede favorecernos.
También suele echarse la culpa al horario de la televisión. Otra excusa porque la televisión tiene su prime time a las 22.00 o 22:30 de la noche porque es cuando más gente hay viendo los programas. Y lógicamente lo que quieren es audiencia y ganar dinero, y ponen los programas que les interesa más a la hora que hay más gente para verlos.
Si estuviéramos en casa a las siete y cenáramos a las ocho, el prime time sería a las nueve de la noche y así nos podríamos ir a acostar a las once para levantarnos a las siete, que sería lo más correcto.
Las tecnologías afectan y el aspecto más importante es la luz que emiten.
Hemos dicho que el cerebro necesita oscuridad o mejor dicho, una luz tenue como es una luz anaranjada como la del crepúsculo, para fabricar melatonina. Esta hormona está relacionada directamente con la entrada de luz en nuestro cerebro. Cuando aparece esta luz tenue o la oscuridad, el cerebro fabrica melatonina.
Hoy en día usamos las tecnologías desde que nos levantamos y hasta que nos dormimos. Paseamos por la calle con el móvil, comemos con el móvil en la mano y creo que menos tener sexo –y seguramente habrá quién lo usará- utilizamos el móvil para todo.
El problema no está tanto en los contenidos de estas tecnologías -que en los niños sí puede ser un problema pero no en los adultos- sino en la luz que penetra en nuestro cerebro.
Esta luz es muy fuerte, es una luz azul que corta la secreción de melatonina y, por tanto, hace que nuestro sueño tarde en llegar un poco más. Aunque sólo estemos expuestos a ella diez minutos, que es lo que podemos tardar en ver los mensajes a última hora.
Si además una persona duerme mal, ya tenemos el gran problema de las tecnologías. En nuestra consulta la gente en la sala de espera lo primero que hace es preguntar si tenemos wifi. Yo suelo decirles que no tenemos y que lo que haremos será poner un inhibidor de señal, porque sería lo adecuado.
Tenemos que adaptarnos a las tecnologías pero los expertos debemos al menos intentar explicar que no es la mejor ayuda para dormir bien.
Hay algunos dispositivos que tienen la opción de disminuir la intensidad de la luz, aunque todavía no consiguen dar una luz anaranjada que sería la correcta. Pero todo llegará.
Es cierto que el mundo necesita de las personas que trabajan a turnos para que otras puedan vivir. Necesitamos de las enfermeras que trabajan de noche en los hospitales, necesitamos a los controladores aéreos que ayudan a que los aviones lleguen por la noche, necesitamos de las fuerzas de seguridad para vigilar por la noche e infinidad de profesiones que ayudan a vivir mejor a la gente.
Sin embargo, sabemos que lo pagan con su salud. El cerebro humano está preparado para dormir de noche y estar despierto de día. Además, estamos programados genéticamente para hacerlo así. No podemos cambiarlo. Por más que queramos el cerebro de una persona no puede dormir de día en las mismas condiciones en las que lo hace de noche.
Para que el reloj biológico –que es el que nos hace dormir- funcione correctamente, necesita de otros ritmos como son el ritmo de la temperatura y la luz, que están cambiados cuando tenemos que dormir de día y trabajar de noche. Entonces, qué podemos hacer. Pues seguir una serie de recomendaciones.
Sabemos que hay personas que son más nocturnas y otras que son más diurnas, esto es lo que llamamos el cronotipo. Hay personas que a las cinco o seis de la mañana se pueden levantar perfectamente y empezar a trabajar. Pero claro, esta gente a los ocho o nueve de la noche ya no sirve para nada. Son personas diurnas.
Hay otras personas que estarían hasta las doce o la una de la mañana trabajando y haciendo cosas, están activos, pero en cambio a las nueve de la mañana no se pueden ni levantar. Estos son nocturnos.
Lo primero que deberíamos hacer en estos colectivos es buscar a las personas que son más diurnas, para darles los trabajos más de mañana y a los nocturnos darles los trabajos de noche.
A las personas que tienen que dormir durante el día las tenemos que ayudar, en el sentido de que los elementos externos que tienen que soportar –el ruido, la luz, la temperatura de la habitación- son cosas que se pueden controlar.
Les aconsejamos que cuando salen del trabajo intenten que no les llegue la luz al cerebro. Utilizando gafas de sol oscuras, muy oscuras, como si fuera de noche para ellos y después, cuando tienen que trabajar de noche, en el lugar donde trabajan, intentando exponerse a mucha luz para simular lo que es un día. Cuando tienen que acostarse también les recomendamos que se ayuden tomando melatonina.
De cualquier modo, no deja de ser un problema para la salud de las personas, aunque con estos pequeños detalles podemos minimizar estas situaciones.
El ronquido es un ruido que utilizamos los especialistas en Medicina del Sueño para sospechar que existe un problema durante la respiración mientras dormimos. El ronquido es un sonido anómalo porque lo normal es que la persona no ronque.
El ronquido se produce por un cierre parcial de la entrada de nuestro aire. Cuando una persona respira normalmente el aire le entra por la nariz, pasa por detrás del paladar, atraviesa el cuello –lo que se llama la orofaringe- y llega hasta los pulmones.
Esta cañería, la nariz, paladar y orofaringe, está formada por músculos a excepción de los huesecitos de la nariz. El problema es que, en algunas personas, esta tercera parte, la orofaringe, se cierra cuando está durmiendo.
Y ocurre por diferentes razones. Una de ellas es el sobrepeso, otra es tener una mandíbula pequeña tirada hacia atrás. Todo esto son causas que provocan un cierre del paso del aire y es lo que produce el ronquido.
Y es lo que a los especialistas nos preocupa porque es el preámbulo de algo más importante: el cierre total del paso del aire que deriva en las apneas.
Es un tema que conocemos muy bien y que hace muchos años que explicamos en nuestra consulta. Insistimos en que la persona que tiene apneas sufre un grave riesgo para su salud y tiene que consultar al médico.
Hoy en día, prácticamente en todos los hospitales hay unidades de sueño que, sobre todo para el tema de las apneas, están muy preparadas para ayudar a los pacientes en esta situación.
En nuestra consulta, que lleva unos 35 años en marcha, hemos visto y vemos pacientes de todas las patologías del sueño. Nos hemos especializado en esto, en ver pacientes con todo tipo de alteraciones del sueño.
Lógicamente somos muy conocidos por los trabajos que hemos hecho con los niños, por la gran divulgación que ha tenido el Duérmete, niño. Se han vendido más de 3 millones de libros y está traducido a más de 22 idiomas. Pero trabajamos con cualquier patología del sueño.
Vemos muchos insomnes y últimamente muchos deportistas porque están muy concienciados con el tema de que descansar les va a favorecer.
También tenemos mucha gente con trastornos específicos como el Síndrome de Piernas Inquietas (SPI) –tanto en adultos como en niños. Desde hace muchos años tratamos también a muchos pacientes con apneas del sueño. Tenemos mucha práctica y conocimiento para ayudarles.
En el caso de los niños, muchas veces se pensaba que si un niño roncaba no era normal. Hoy sabemos que los niños también roncan y pueden tener apneas.
Otros trastornos que tratamos son las narcolepsias y también patologías más raras o menos frecuentes como son las sexomnias. Estas últimas son algunas alteraciones que hacemos mientras dormimos, son involuntarias y se hacen sin que la persona se dé cuenta de ello y están relacionadas con el sexo.
A nuestra consulta viene gente de todo tipo, edades y condiciones.
Eduard Estivill (Barcelona, 1948) estudió Medicina en la Universidad de Barcelona. Se especializó en Neurofisiología y Pediatría. En 1973 entró a formar parte del Departamento de Neurología pediátrica del Hospital Vall d’Hebron hasta 1979, momento en el que se incorporó al equipo del Hospital Sant Joan de Déu.
Entonces decide cursar una tercera especialidad, la de Medicina del Sueño, en el Henry Ford Hospital de EE. UU.
Desde el año 1989 dirige la Clínica del Sueño Estivill, cargo que desde 1999 compatibiliza con la dirección de la Unidad de Alteraciones del Sueño del Hospital General de Catalunya, Sant Cugat del Vallès. Es el creador y presidente de la Fundación Estivill Sueño, que tiene por objeto la investigación y la divulgación de la Medicina del Sueño.
Colabora con diferentes grupos de investigación en todo el mundo y forma parte de prestigiosas sociedades médicas como la American Sleep Disorders Association, la European Sleep Research Society, la Sociedad Española de Sueño, la Societé Francaise d´EEG et Neurophysiologie Clínique y la Sociedad Española de EEG y Neurofisiología Clínica.
El Dr. Estivill es también conocido por su faceta como conferenciante y escritor con obras como Duérmete, niño, Que no tiene quiten el sueño o Niños descansados, niños felices.
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Excelente entrevista! Muchas gracias!
Gracias por leernos Cristian y por tu apoyo al blog desde el principio!! Todo un honor viniendo de ti!