Cuando nos preguntamos por qué dormimos una de las primeras dudas que vienen a nuestra mente es saber qué es el sueño. Y para dar respuesta a esta pregunta solemos acudir a definiciones del tipo “es la ausencia de vigilia”, “es el momento en el que descansamos por completo”… Lo cierto es que resulta difícil explicar este fenómeno cíclico absolutamente necesario para la vida.
Cada 16 horas más o menos necesitamos dormir durante un número mínimo de horas, generalmente entre 7 y 8. Es una necesidad fisiológica vital para poder vivir. Esto es algo que nadie discute pero la utilidad última del sueño sigue siendo hoy motivo de estudio.
Existen varias teorías sobre las funciones del sueño, la mayor parte de ellas complementarias. Aun así, todavía no hay una explicación aceptada universalmente por la comunidad médica y científica. Vamos a adentrarnos en el maravilloso mundo del sueño para tratar de entenderlo un poco mejor.
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Hasta la segunda mitad del siglo XX, se pensaba que la luz no tenía ningún efecto sobre el ciclo vigilia/sueño en los seres humanos. Sin embargo, en 1958 un dermatólogo llamado Aaron Lerner, descubrió una hormona que se producía en la glándula pineal y parecía influir en el sueño.
Consiguió aislar el compuesto activo de esta hormona y la llamó melatonina, porque derivaba de un neurotransmisor llamado serotonina y afectaba a la melanina de la piel.
A partir de ese momento comenzó a estudiarse y hoy sabemos muchas cosas de la melatonina. La más importante relacionada con el sueño es que si nos exponemos a luz intensa durante la noche, la glándula pineal no libera la producción de melatonina interna. En consecuencia, se altera el sueño.
Además, durante el sueño las neuronas del núcleo supraquiasmático deciden activar o inhibir la liberación de ciertas hormonas y neurotransmisores.
Se producen entonces una serie de variaciones de tipo psicofisiológico. Entre ellas está la bajada de la temperatura corporal, el tono muscular, o el ritmo respiratorio, entre otras.
Si a todo esto sumamos que durante el sueño tienen lugar varias fases con distintos niveles de profundidad, observamos que dormir es algo mucho más complejo de lo que puede parecer a priori.
Sin duda lo es y para hacerlo hay que unirlo necesariamente al concepto de vigilia. Cuando estamos despiertos y somos conscientes de los actos y de lo que ocurre a nuestro alrededor, estamos en un estado de vigilia.
El sueño en cambio es un estado de pérdida de conocimiento, del cual tenemos la capacidad de despertar por estímulos externos o de manera automática.
Tanto la vigilia como el sueño están regulados por los mismos mecanismos homeostáticos, así como por los ritmos circadianos.
La homeostasis del ciclo vigilia/sueño es un mecanismo fisiológico muy sencillo. Cuando el organismo necesita descansar nos hace sentir somnolencia para incitar el sueño. Cuando hemos descansado lo suficiente nos hace despertar.
La periodicidad de este ritmo vigilia/sueño sigue una pauta genética cercana a las 24 horas y está coordinada por la luz y oscuridad naturales. Es un ritmo biológico conocido como el ritmo circadiano.
Éste ritmo está regulado por un número de unas 20.000 neuronas que forman el denominado núcleo supraquiasmático, ubicado en el hipotálamo. Éste último es una parte del encéfalo situado en la base del cerebro y que recibe información de los ojos.
Por eso su actividad está muy vinculada a la luz del entorno, siendo ésta el sincronizador más importante del ciclo vigilia/sueño. A lo largo de los años nuestros patrones sueño y su ritmo van cambiando adaptándose a las etapas vitales.
Los estudios llevados a cabo por estos laboratorios a mediados del siglo XX, permitieron conocer qué ocurre en nuestro organismo cuando dormimos.
Durante la noche existen dos tipos de estados, el primero corresponde a un sueño profundo y el segundo a un sueño paradójico llamado REM.
El primer sueño consta de cuatro fases y en las dos últimas tiene lugar un sueño profundo, reparador, sin ensoñaciones ni pesadillas. Durante él disminuye el tono vascular periférico, la presión arterial, el ritmo respiratorio y el estado metabólico desciende entre un diez y un treinta por ciento.
El segundo tipo de sueño viene a continuación y durante él hay señales de actividad cerebral persistente. Es el momento en el que tienen lugar la mayor parte de los sueños y pesadillas y hay irregularidad de los ritmos cardíaco y respiratorio.
También aparece actividad muscular, con el característico movimiento rápido de los globos oculares que le dan el nombre de sueño REM (Rapid Eye Movement).
Resulta más difícil despertar del sueño REM, que aparece cada 90 minutos más o menos, por periodos de entre cinco a treinta minutos. Ocupa el veinte por ciento del total de sueño.
Durante la noche se van sucediendo estas etapas una tras otra, de manera que después de la fase REM se inicia el sueño ligero para pasar al sueño profundo y completar así los ciclos. En el transcurso del sueño nocturno tienen lugar entre cuatro y seis ciclos completos, que duran aproximadamente 90 minutos.
Sin duda la gran pregunta es por qué tienen lugar todas estas características y etapas y sobre todo, para qué sirven.
Hay diferentes hipótesis al respecto aunque se interrelacionan. Probablemente la respuesta más acertada a estas preguntas es una explicación multifuncional. Vamos a ver en qué consisten las principales teorías:
Durante el día gastamos energía que se debe recuperar en un estado de reposo que es el sueño. El gasto metabólico en la vigilia es alto y por la noche bajo. Hay varias funciones esenciales que se reducen mucho cuando dormimos.
Por ejemplo, el ritmo cardiaco, el tono muscular, el consumo de oxígeno y la temperatura corporal disminuyen en las primeras horas del sueño. Los autores que defienden ésta teoría parten del concepto de la regulación homeostática, es decir, de un equilibrio del propio organismo.
Sugieren que la principal función del sueño es ayudar al cuerpo a conservar sus recursos energéticos, precisamente cuando menos los necesita.
Otra explicación de por qué dormimos se basa en que el sueño sirve para restaurar los recursos usados cuando estamos despiertos. De esta manera, el descanso nocturno da la oportunidad al cuerpo de repararse y evitar los efectos del cansancio.
Resulta curioso saber que hay estudios empíricos en animales que muestran que al ser privados por completo de sueño, pierden todas sus funciones inmunológicas y mueren.
Los estudios sobre la fisiología del sueño refuerzan ésta hipótesis, ya que sabemos que durante el sueño se danfunciones restauradoras. El crecimiento muscular, la reparación de los tejidos, la síntesis de proteínas y la liberación de ciertas hormonas, ocurren sólo cuando dormimos. Dentro de ésta teoría encontramos:
Está dentro del contexto de las teorías restauradoras y fue propuesta por Alexander Borbely, investigador de laUniversidad de Zurich, en Suiza.
Según el autor, existe una sustancia llamada adenosina que se acumula en el organismo mientras estamosdespiertos y se elimina durante el sueño. Se trata de un producto celular que se acumula en el cerebro y nos hace sentir cansancio.
La teoría se basa en que ésta acumulación de adenosina es la que promueve la necesidad de dormir.
Se sabe que la cafeína es un inhibidor de los receptores de adenosina, por eso tiene un efecto despertador.
Un buen número de investigadores creen que en cada fase del sueño se producen diferentes funciones restauradoras. Y proponen una teoría que tiene en cuenta los procesos restauradores que tienen lugar en el sueño, tanto a nivel corporal como neurológico.
Así, durante las fases de sueño profundo se producen las funciones metabólicas que sintetizan las proteínas a partir de los aminoácidos. Éstas serán usadas durante la fase REM para restablecer y mantener las conexiones entre las neuronas.
Y es en esa fase de sueño paradójico dónde se forman las sinapsis entre las neuronas implicadas en el pensamiento. Por eso, se dice que durante el sueño REM se reorganiza el aprendizaje, se repara el sistema nervioso y otros sistemas relacionados con el estado de ánimo o la capacidad de adaptación tanto física como mental.
Los efectos fisiológicos del sueño se pueden detectar sobre nuestras funciones corporales y a nivel del sistema nervioso.
De este modo, si no dormimos un número de horas adecuado se produce un progresivo mal funcionamiento de las actividades mentales y de la conducta. Pueden aparecer síntomas como la somnolencia, irritabilidad, falta de atención, dificultad de compresión y raciocinio, entre otros.
El sueño es un ritmo biológico esencial que restaura nuestras funciones nerviosas, la memoria y la fatiga física y anímica del día a día.
Si permanecemos despiertos mucho tiempo se activa el sistema simpático que predispone a la acción. Así, se eleva la presión arterial y aumenta el pulso y la respiración. Las consecuencias para la salud son nefastas.
Ver comentarios
Muchas gracias Tiffany. Un saludo,
¡Impresionante! A pesar de tener muchas palabras lo he estudiado de un tirón y he bajado
a la zona de comentarios directamente para agradecerte esta entrada, impresionante !
Enhorabuena
Muchas gracias Vernell por tus palabras. Esperamos que te animes a leer otros post del blog. Estamos muy ilusionados con este proyecto y vuestros comentarios nos hacen pensar que vamos en buena dirección.
Un cordial saludo. .