Tener las piernas inquietas es una forma de expresar las sensaciones extrañas, desagradables o, al menos, especiales que muchas personas sienten sobre todo cuando se acuestan.
¿Te molesta un impulso casi irresistible de mover las piernas cuando estás tumbado, relajado o te dispones a dormir? Si es así, es posible que tengas el Síndrome Piernas Inquietas (SPI).
Éste síndrome, también conocido como Enfermedad de Willis-Ekbom (EWE), es un trastorno neurológico cuyo origen a día de hoy todavía se desconoce.
El hormigueo, el dolor y las distintas sensaciones del SPI pueden durar horas e impedir que descansemos por la noche. La buena noticia es que hay ayuda.
En los últimos años, los expertos han descubierto nuevas y mejores maneras de controlar y aliviar los síntomas. Estos van desde simples cambios en el estilo de vida, hasta técnicas de relajación para hacer en casa. Todo ello encaminado a calmar este molesto síndrome para disfrutar de un sueño reparador y sano.
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Se estima que entre un 3 y un 10 por ciento de la población padece esta patología y, en muchos casos, no está diagnosticada. Parte del problema es que es difícil explicar qué se siente exactamente. Incluso muchos médicos tienen dificultades para reconocer los síntomas que caracterizan al Síndrome de Piernas Inquietas (SPI).
El doctor Sánchez Barros, especialista en Neurofisiología Clínica y Medicina del Sueño explica que, “en la actualidad existen cinco criterios diagnósticos establecidos por el International Restless Legs Syndrome Study Group (IRLSSG) para detectar el síndrome. Además, hay otros criterios de apoyo que aumentan la probabilidad de realizar el diagnóstico cuando los casos son dudosos”.
De manera general, puedes sospechar que lo padeces si:
Quienes no lo sufren no pueden comprender hasta qué punto puede afectar a la calidad de vida de las personas que conviven con él.
Existen dos tipos de SPI: el primario y el secundario.
El SPI primario no tiene una causa conocida, mientras que el SPI secundario está relacionado con otra dolencia médica.
El Síndrome de Piernas Inquietas primario es el más frecuente y su origen es desconocido. Sin embargo, algunos estudios sugieren que es posible que exista un componente genético ya que, entre el 40 y el 50 por ciento de los pacientes con SPI primario, tienen antecedentes familiares asociados.
El doctor Sánchez Barros señala que “se han identificado polimorfismos en 4 genes que aumentan el riesgo de sufrir SPI y que los padres que padecen este síndrome a menudo tienen hijos, o incluso nietos, que desarrollan la patología. Se sigue un patrón de herencia autosómica dominante con penetrancia elevada”.
Otros estudios apuntan a una alteración en la señal de la dopamina en el cerebro, en el sistema nervioso central. Este neurotransmisor tiene la misión de enviar mensajes al cerebro para controlar el movimiento.
La dopamina depende del hierro para funcionar de manera correcta. Por eso, algunos expertos consideran que tener niveles bajos de hierro, es uno de los motivos que desencadena el SPI.
Es un cuadro crónico, lo que significa que va a perdurar en el tiempo. Pero esto no significa que no pueda haber mejorías muy significativas que, incluso lleven a suprimir los síntomas, si se da con el tratamiento adecuado.
Más del 25 por ciento de los pacientes en diálisis llegan a padecer éste síndrome. Esto ocurre porque los iones sufren alteraciones durante la diálisis y en muchos casos aparece anemia y alteración de los nervios periféricos.
También se sabe que las personas con diabetes son más propensas a tener SPI, ya que muchas veces la diabetes aparece con complicaciones como la polineuropatía diabética. Se trata de una lesión a los nervios que afecta a las extremidades superiores e inferiores, pero sobre todo a los nervios de los pies y piernas.
Cualquiera puede tener el Síndrome de Piernas Inquietas, pero es más común en personas mayores y mujeres. Algunos síntomas leves comienzan de manera gradual en adultos a partir de los 50 años y afectan gravemente al sueño.
También es común durante el embarazo, especialmente en el tercer trimestre y, hay un porcentaje del SPI en niños. El doctor Sánchez Barros nos cuenta cuáles son los criterios esenciales para realizar el diagnóstico:
No existe una prueba específica con la que se pueda diagnosticar. Suele hacerse a través de evaluaciones clínicas basadas en los criterios mencionados.
Por regla general, el médico especialista se centrará en preguntarnos por los síntomas y los motivos que los originan y los alivian. En muchos casos, la impresión diagnóstica basada en los criterios clínicos puede dar un falso diagnóstico. Por ese motivo, se pedirán pruebas neurofisiológicas para asegurar un diagnóstico correcto.
Se realizará un completo historial médico con toda la información necesaria en lo referente a los medicamentos que tomamos, antecedentes familiares, estilo de vida…
Dentro de las pruebas complementarias encontramos “la polisomnografía nocturna o el test de inmovilización sugerida, que ayuda si hay dudas. Estas pruebas nos permiten ver si el sueño está alterado por esos movimientos periódicos de las piernas y evaluar la gravedad del síndrome. Con todos los datos que nos cuenta el paciente y estas pruebas es posible hacer un diagnóstico de SPI –señala el doctor Sánchez Barros”.
Por supuesto, se pedirán análisis de sangre para ver si existe alguna alteración en los niveles de hierro y ferritina.
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Muchas mujeres experimentan el SPI durante el embarazo, de manera especial durante el tercer trimestre. Se desconoce la razón precisa por la que hay una mayor incidencia de este síndrome durante la gestación. Sin embargo, hay cierto consenso al afirmar que están involucrados los siguientes factores:
El doctor Sánchez Barros indica que “está muy ligado al déficit de hierro y durante la gestación se producen muchas alteraciones, incluida una disminución de los niveles de hierro. Por eso es importante descartar que exista algún tipo de déficit. Por regla general no se receta medicación para tratar el SPI durante el embarazo, por los riesgos que esto puede generar”.
La toma de algunos suplementos de hierro o ácido fólico desde el momento en el que se busca el embarazo, puede ser una buena medida de prevención. Cuando el SPI aparece, las terapias no farmacológicas son las más utilizadas y recomendadas.
Los tratamientos conductuales a menudo se recomiendan, así como realizar ejercicio leve y seguir un patrón de sueño saludable.
Normalmente el SPI desaparece pocas semanas después del parto. De no ser así, debemos consultar con el médico.
Los tratamientos no farmacológicos empiezan con una correcta higiene del sueño. También se puede acudir a otras medidas como la terapia cognitivo conductual dirigida por un profesional.
No obstante, estos tratamientos tienen una eficacia relativa que varía mucho de unos pacientes a otros.
“Se sabe que el SPI tiene un factor bidireccional con la ansiedad y la depresión. Si estamos muy ansiosos, deprimidos o tenemos una alteración a nivel emocional, la sintomatología tiende a empeorar –continúa el doctor Sánchez Barros-“.
De ahí la importancia de tomar medidas que lleven a disminuir la ansiedad que esta disomnia genera. El impacto que tiene en la calidad de vida de quienes la sufren es incuestionable.
Se sabe que la alteración que produce en la calidad del sueño es tan importante como la que se produce por patologías más conocidas como la apnea o el insomnio.
En todas estas dolencias tiene lugar una fragmentación del sueño que genera multitud de microdespertares y sus consecuencias: hipersomnia diurna, nerviosismo, cefaleas, irritabilidad, falta de concentración…
Una persona con SPI no suele dormir más de cinco horas por noche, un número muy por debajo de lo que un adulto necesita.
Algunos estudios han mostrado cierta mejoría al tomar vitaminas del grupo B, vitamina D, magnesio, potasio, hierro o GABA.
Por ello, una dieta equilibrada rica en alimentos que contengan estos nutrientes puede ser de gran ayuda. Nos referimos a verduras de hoja verde, frutas, legumbres, carne de ave, huevos, semillas, etcétera.
Tampoco deben descartarse otras terapias dirigidas a mejorar el estado de ánimo y reducir el estrés.
“El Mindfulness o atención plena, el yoga u otro tipo de meditaciones pueden ayudarnos a reducir el nivel de estrés en nuestras vidas y potenciar nuestro pensamiento positivo.
Además, algunos estudios científicos han encontrado que no sólo meditar reduce el estrés o te relaja, sino que cambia tu cerebro. En mi opinión todas estas técnicas serán bienvenidas a la hora de realizar un tratamiento en un trastorno del sueño, afirma el doctor Sánchez Barros”.
En la actualidad, no existe tratamiento único que funcione bien para todos los pacientes con Síndrome de Piernas Inquietas.
Los medicamentos que se usan se dividen en diferentes categorías. Es el médico especialista quien debe prescribir cuál es el indicado y su dosis.
Los más habituales son los relacionados con la dopamina, es decir, los agonistas dopaminérgicos. ”Suelen ser el tratamiento de primera elección porque son los fármacos más estudiados y tienden a mejorar la sintomatología –explica el doctor Sánchez Barros-. Dentro de este grupo los más utilizados son el pramipexol, el ropirinol o la rotigotina y hay que enseñar al paciente cómo debe tomarlos”.
También existen otros medicamentos que pueden ayudarnos a sobrellevar este trastorno y que nuestro médico nos indicará, si llega el caso.
“Es muy importante reconocer cuando se produce lo que llamamos el “fenómeno de aumento”. Se produce cuando después de haber pasado un tiempo de dar la dosis adecuada de un medicamento para tratar el SPI, los síntomas se intensifican o empeoran y se presentan de forma más temprana. El tratamiento que resultaba efectivo, empieza a no serlo a pesar de ir incrementado la dosis, afirma el doctor Sánchez Barros”.
Es frecuente que los pacientes que toman fármacos que actúan sobre la dopamina se pregunten si corren el riesgo de sufrir en el futuro Parkinson.
La respuesta es no.
El riesgo de padecer Parkinson no es mayor en una persona con Síndrome de Piernas Inquietas. Son enfermedades diferentes.
La enfermedad de Parkinson se aborda con medicación dopaminérgica pero, en dosis mucho más elevadas que para el SPI.
El doctor Sánchez Barros señala que, “aunque es cierto que ambas enfermedades se tratan con fármacos que tienen su acción sobre la dopamina, las dosis utilizadas para el tratamiento del SPI son más bajas y con menor probabilidad de efectos adversos que los que podrían presentarse con el tratamiento para la enfermedad de Parkinson. No obstante, cabe precisar que en todo tratamiento se pueden presentar reacciones adversas y eso dependerá de cada caso individualizado”.
Los pequeños de la casa pueden verse afectados por el SPI y la causa suele ser genética. Sin embargo, es muy difícil diagnosticarlo porque es fácil que coexista con otras alteraciones del sueño como los terrores nocturnos, las pesadillas, el bruxismo…
Además, el relato de los síntomas es esencial para establecer el diagnóstico y los niños no siempre saben cómo expresar lo que les ocurre. Es incluso complicado para los adultos.
“En los niños es frecuente confundir el SPI con el TDAH o Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad y es habitual que ambos trastornos coexistan. Por eso, aunque es posible administrar un tratamiento, primero se optará por buscar la causa (anemia, antecedentes familiares…) y realizar medidas no farmacológicas, con la higiene del sueño en cabeza, concluye el doctor Sánchez Barros”.
En otros casos se puede confundir con los “dolores de crecimiento”. Por ello, siempre debemos consultar con un pediatra y si es preciso, buscar una segunda opinión.
Si tienes este síndrome, una noche habitual podría ser así: te acuestas y estás listo para descansar porque el día ha sido agotador.
Justo en el momento en el que comienzas a relajarte y a quedarte dormido, comienza un hormigueo, picazón y otras sensaciones incómodas en las piernas. Confías en que desaparezcan pero al final, no tienes más remedio que moverte, incluso levantarte y caminar para aliviarlo.
Cuando te acuestas de nuevo, las sensaciones molestas comienzan en tus piernas. Dormir se convierte en un problema, a pesar de que tienes sueño.
Intentar evitar en la medida de lo posible algunos factores desencadenantes, es una muy forma inteligente de luchar frente al SPI. Algunos son:
Los síntomas del SPI empeoran cuando nos sentimos abrumados, nerviosos e incluso ansiosos. Cualquier cosa que puedas hacer para mantener el estrés a raya ayudará. Puedes probar con técnicas de relajación, como la meditación y la respiración profunda.
Se sabe que el alcohol empeora los síntomas de las piernas inquietas, así que evítalo. Además, el alcohol interrumpe el sueño y lo hace menos profundo, por lo que es más probable que te despiertes a media noche y te molesten los síntomas del SPI.
Es importante mantener una vida activa pero nunca te excedas porque el ejercicio extenuante puede incrementar los síntomas del SPI. Evita hacer deporte especialmente cuando se acerque la hora de ir a dormir para que los músculos y articulaciones estén lo más relajadas posible.
La nicotina es un estimulante que disminuye el flujo de sangre a los músculos y puede empeorar las piernas inquietas.
Especialmente los que llevan cafeína como el café, las bebidas de cola o el té. Es muchos casos, la cafeína es un desencadenante de crisis.
El déficit de ciertos minerales y vitaminas está relacionado con el Síndrome de Piernas Inquietas.
Se recomienda cuando nos resulta imposible dormir bien por las constantes sacudidas de las piernas porque relaja.
Con la temperatura adecuada y dormir con ropa amplia que nos resulte cómoda.
AVISO IMPORTANTE: La información contenida en este blog no sustituye en ningún caso a la dada por un profesional médico. Ante cualquier duda, consulta con tu médico de cabecera o especialista.