Utilizar el alcohol para dormir puede traernos muchos problemas de salud. Es probable que en más de ocasión hayas notado que al tomar una copa de vino o de cualquier otro licor, aparece una sensación de somnolencia.

De hecho, muchas personas recurren a esa última copa antes de ir a dormir porque ayuda a conciliar el sueño con cierta rapidez. Y aquí es donde aparecen las confusiones sobre el auténtico efecto que el alcohol tiene sobre nuestro cerebro y la calidad del sueño.

Efectivamente el alcohol acorta la latencia del sueño y funciona inicialmente como un sedante. Pero, ¿qué ocurre en nuestro cuerpo después?

1. El ciclo del sueño se altera

El alcohol modifica los ciclos del sueño haciendo que no se desarrollen como deben, generando un sueño fragmentado y de mala calidad. El resultado es que al despertar podemos tener dolores de cabeza, musculares y una sensación general real de no haber descansado bien.

Durante la noche tienen lugar dos tipos de sueño, el NREM y el REM, que se organizan en cinco fases. El conjunto de estas fases componen un ciclo de sueño, que dura entre 90 y 100 minutos.

Cada noche tienen lugar entre 4 y 6 ciclos completos. Cada fase tiene una duración y cumple con una función restauradora. De este modo, necesitamos que todas se den de manera correcta para conseguir un sueño de calidad y preservar nuestra salud.

Según un estudio del London Sleep Center, publicado en la revista Acoholism: Clinical & Experimental Research, el alcohol hace que el sueño en la fase REM se acorte notablemente.

A través de electroencefalogramas, el estudio midió la actividad cerebral durante el sueño de un grupo representativo de población que había consumido alcohol poco antes de dormir. El resultado fue un descenso importante en la cantidad de sueño REM, así como en las fases más reparadoras del sueño NREM.

Además, consumir alcohol reduce la capacidad reparadora del sueño profundo o Delta y provoca pesadillas e incluso terrores nocturnos.

Sabemos que el sueño REM es imprescindible para consolidar lo aprendido y mantener algunas de las funciones cognitivas más importantes, como la memoria. Si se acorta o elimina esta fase, al día siguiente notaremos cansancio y dificultades para concentrarnos.

En consecuencia, seremos menos productivos y a la larga estaremos poniendo en peligro la función cognitiva. De esta manera, aumentan las probabilidades de padecer en el futuro enfermedades neurodegenerativas, como el Parkinson o el Alzheimer.

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2. Alcohol para dormir: insomnio y otros trastornos

El alcohol es un inhibidor del sistema nervioso central y sus efectos se reflejan alterando el buen funcionamiento de los neurotransmisores del cerebro.

Los neurotransmisores son unas sustancias químicas que controlan muchos de los procesos cerebrales. Y si no se producen o se sintetizan de manera correcta pueden dar origen a trastornos físicos y psíquicos.

Por ejemplo, el alcohol disminuye el glutamato, un neurotransmisor estimulante. Esto hace que aumente la ansiedad y los sentimientos de estrés o depresión.

También afecta al neurotransmisor ácido gamma-aminobutírico (GABA), que desempeña un papel crucial en la respuesta del organismo al estrés. El GABA es un neurotransmisor inhibidor que ayuda a que las neuronas no se sobreexciten y produce calma y tranquilidad.

El alcohol aumenta su efecto y por tanto, reduce su capacidad de inhibir la transmisión nerviosa para calmarla. Esto se traduce en desórdenes del sueño como el insomnio, que pueden derivar en un amplio abanico de trastornos del ánimo.

Un estudio publicado por la American Physiological Society, también mostró que el consumo habitual de alcohol afecta a todos los ritmos biológicos de nuestro cuerpo.

La hipersomnia es otro trastorno frecuente cuando tenemos la costumbre de beber alcohol antes de ir a dormir. Al no haber descansado bien, la necesidad excesiva de sueño aparece durante el día.

Por otro lado, la musculatura de la faringe se relaja con el consumo de alcohol. Esto hace que se dispare el riesgo de sufrir apnea obstructiva del sueño.

Esta patología hace que la respiración sea irregular e incluso la detiene durante unos segundos al dormir, disminuyendo la cantidad de oxígeno que llega al cerebro. Las consecuencias a medio y largo plazo son problemas graves como fallos cardíacos, hipertensión…

3. Demasiadas visitas al baño por la noche

Cuando hemos bebido alcohol poco tiempo antes de ir a la cama ocurren dos cosas. Por un lado aumenta la necesidad de orinar y por otro se produce una deshidratación en el organismo.

En función de nuestro metabolismo, el cuerpo necesitará más o menos tiempo para eliminar el alcohol. Y su forma de hacerlo es a través de los riñones y la vejiga.

Además, el alcohol suprime una hormona que segregamos por la noche y que se denomina “hormona antidiurética”.

De esta manera, es más que posible que nos pasemos la noche levantándonos a orinar. Y al hacerlo estaremos también eliminando una gran cantidad de electrolitos. Es decir, minerales.

Estos factores pueden hacernos pasar una noche terrible, llena de despertares que nos van a impedir descansar correctamente. Al despertar, estaremos agotados y deshidratados.

4. Estrategias que ayudan

Aunque la recomendación es evitar tomar alcohol por la noche, hay una serie de consejos que nos ayudan si, por ejemplo, tenemos una celebración y queremos brindar con una copa de vino.

  1. Espera entre tres y cuatro horas antes de ir a dormir. Es decir, si nos acostamos a las once, deberíamos tomar la última copa a las ocho.
  2. La regla del “dos por uno” es muy útil. Consiste en beber dos vasos de agua por cada bebida alcohólica. El agua nos ayuda a eliminar antes el alcohol y a evitar la deshidratación.
  3. Nada de bebidas espumosas. Cava, champagne, sidra, lambrusco o cualquier otro tipo de bebida con burbujas nos provocará hinchazón y gases. Y el esfuerzo del organismo para eliminar el alcohol será el doble.
  4. Bebe con comida y nunca abuses del consumo de alcohol. Los alimentos absorben parte del alcohol y ayudan a que se elimine más rápido.
  5. Si tomas pastillas para dormir, evita beber. Ya hemos dicho que el alcohol es un depresor del sistema nervioso central y, la mayor parte de medicamentos para dormir, funcionan con los mismos receptores del alcohol. Así que, al beber estamos duplicando los efectos de las pastillas y poniendo nuestra salud en peligro.

AVISO IMPORTANTE: La información contenida en este blog no sustituye en ningún caso a la dada por un profesional médico. Ante cualquier duda, consulta con tu médico de cabecera o especialista.