¿Sabías que tu cronotipo te define? En cada uno de nosotros existe un reloj biológico interno que genera un horario diario propio de cada individuo. Este horario individual tiene una velocidad diferente en cada persona y define lo que llamamos “cronotipo”. Te contamos en qué consiste ser un búho, una alondra o un colibrí en términos de cronobiología.

Tiempo de lectura estimado: 5 minutos.

  1. El cronotipo y los horarios
  2. En qué se diferencia cada grupo
  3. Luz solar para sincronizar tu cronotipo

1. El cronotipo y los horarios

Nuestro reloj interno se encuentra situado en el hipotálamo, una parte del cerebro, que sincroniza y controla todos nuestros ritmos circadianos. Nos referimos al sueño, a la temperatura corporal, a la adaptación a la luz, la producción de hormonas y otros ciclos biológicos ambientales.

Los cronotipos son genéticos y caracterizan la relación que tenemos con estos ritmos circadianos. Es decir, cómo nos adaptamos a ellos.

Si somos personas que funcionamos mejor por la mañana, tenemos un reloj biológico un poco más rápido. Si por el contrario, somos personas de tardes, tenemos un reloj biológico que va más lento.

Los científicos han dividido a los seres humanos en tres categorías con nombre de ave: búhos, alondras y colibrís. Lo han hecho porque siguen un patrón parecido al de cada una de estas aves.

Las alondras son personas matutinas, lo que se traduce en que sus funciones cognitivas están al máximo nivel por la mañana. Son el tipo de persona que madruga con gran vitalidad y al llegar la noche está cansada y tiende a ir pronto a dormir.

Los búhos son los vespertinos y les encanta trasnochar porque sus funciones cognitivas están al máximo por la tarde y noche. Su ritmo natural les pide levantarse más tarde.

Por último, los colibrís son el grupo intermedio. Casi todos estamos en este grupo con independencia de a cuál pertenezcamos en realidad. Esto ocurre porque nos unificamos en función de los horarios de trabajo y ocio.

Las variaciones en un sentido u otro suelen ser de un par de horas. No es lógico encontrar a un individuo que de forma natural se despierte a las dos de la tarde o a las cuatro de la mañana.

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2. En qué se diferencia cada grupo

Hay numerosos estudios que reflejan rasgos curiosos en cada cronotipo, especialmente en los extremos. Vamos a ver cuáles son.

Diferencia de estilos en la toma de decisiones

Un estudio publicado en la revista Biological Rhythm Research, mostró que las personas nocturnas son más espontáneas a la hora de tomar decisiones. Es decir, tienden a ser más impulsivas y no pensar en las consecuencias.

Por el contrario, los madrugadores siguen un patrón muy diferente. Son mucho más propensos a deliberar y sopesar sus decisiones.

Medios para informarse

Las alondras prefieren informarse a través de canales más tradicionales como el periódico, la radio o la televisión. En cambio, los búhos, son más proclives a buscar información en Internet, en medios online o redes sociales. Los estudios que hay al respecto dicen que los noctámbulos son más dados a usar las nuevas tecnologías.

Rendimiento y productividad

Las personas trasnochadoras sacan mejores notas en matemáticas. Este curioso dato viene respaldado por otro estudio, en esta ocasión de la Universidad de Chicago. Para llegar a esa conclusión se analizaron las notas sacadas en un examen que se usa para la admisión de alumnos en algunos estudios de postgrado, el GMAT.

Por otro lado, en el mismo estudio se constató que el promedio de calificaciones de los estudiantes no guarda relación con sus patrones de sueño y vigilia. En cuanto a la productividad, otros estudios indican que son los madrugadores los que sacan ventaja en éste aspecto.

Alimentación y sobrepeso

Los noctámbulos no solo prefieren ir a dormir más tarde, sino que también cenan más tarde que los madrugadores. Este patrón se mantiene durante la semana y también los fines de semana.

Tienden a comer menos veces pero las comidas son más abundantes y suelen optar por alimentos más calóricos y menos saludables. De ahí que suelan tener tendencia a engordar y sus niveles de colesterol sean más altos.

ADN distinto

No somos responsables de nuestras preferencias horarias para acostarnos o despertar. Nuestro cronotipo viene determinado en los genes. Concretamente en el gen denominado PER-3 (Período 3), que tiene una versión larga y otra corta.

Las personas que tienen el gen con la versión larga son madrugadoras y las que tienen la versión corta, son los trasnochadores.

Trastornos del sueño

Otro estudio asegura que los vespertinos tienen mayor riesgo de padecer apnea del sueño. Los síntomas incluyen pausas en la respiración y ronquidos.

El mismo estudio reveló que los niveles de cortisol, la hormona del estrés, eran más elevados en los noctámbulos. Esto explica por qué este grupo presenta mayor tendencia a sufrir insomnio.

Mayor o menor fertilidad

Según un estudio médico, cuando una mujer tiene un cronotipo alondra sus posibilidades para quedarse embarazada aumentan. La razón es que su ciclo menstrual y ovulación están mejor regulados.

De hecho, la fertilidad y la reproducción en todos los animales siguen ritmos circadianos y estacionales específicos.

Emociones y estado de ánimo

Quienes madrugan suelen tener emociones positivas y su personalidad es más estable en general. Sin embargo, los noctámbulos son más dados a llevar una vida un tanto desordenada y a sufrir depresiones, entre otros problemas.

Estas conclusiones pertenecen a un estudio del departamento de Psicología de la Universidad de Toronto, Canadá.

3. Luz solar para sincronizar tu cronotipo

Nuestro reloj interno responde a señales externas, especialmente la luz del sol. Es decir, necesita de luz natural para ajustarse.

Vivimos en una sociedad que nos marca los horarios para todo y hace uso de la luz artificial. Esto provoca que nuestros cronotipos puedan desajustarse con cierta facilidad.

Cuando tenemos que entrar a trabajar a una hora determinada o nos quedamos haciendo cosas hasta tarde, no pensamos en la importancia de respetar nuestro cronotipo.

De este modo es fácil que acabemos teniendo diferentes horarios para ir a dormir durante la semana y los fines de semana. Aparece entonces lo que se conoce como jet lag social.


Básicamente estamos volviendo loco a nuestro reloj interno porque seguimos pautas desligadas a los ciclos del día y la noche.
Una diferencia de jet lag social de no más de dos horas no es demasiado grave para nuestro bienestar. Si las superamos podemos empezar a tener problemas de salud reales.

El más habitual es sentirnos decaídos y bajos de ánimo. Este desajuste provoca una alteración en el ciclo sueño/vigilia y es el origen de muchos insomnios que pueden derivar en depresión.

Una manera sencilla y eficaz de evitar este problema es una correcta exposición a la luz solar. Un paseo de unos 30 minutos al día es suficiente para que nuestro cuerpo reciba la cantidad de luz que necesita.

Se sabe que en los países nórdicos hay mayor número de trastornos del estado de ánimo. Es una zona del planeta en la pueden estar varias semanas sin ver la luz del sol.

Por eso, cuando nos resulta imposible una exposición diaria a la luz natural se puede optar por lámparas de luminoterapia de buena calidad. La luz solar y la que emite estas lámparas hacen que produzcamos serotonina, un neurotransmisor fundamental para mantener el estado de ánimo.

Un estudio publicado en The American Journal of Psychiatry, mostró que la terapia con luz solar puede ser tan efectiva como los medicamentos para la depresión.